viernes, 11 de julio de 2008

Juan Pablo II copatrón de la XXII JMJ 2008. Carta de Felicitación

María del Sol Carpintero, directora del Secretariado de la Pastoral de la Salud de la Diócesis de Ávila.

Muy amado Santo Padre, Juan Pablo II:
Ayer, día 20 de Mayo, abrí mi correo electrónico, y tenía una carta de una amiga en la que me comunicaba esta grata noticia: Los organizadores de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud 2008, con la aprobación del Vaticano, han designado a los diez patronos de esta importante JMJ. Entre ellos, como no podía ser menos, estás tú. ¡Te lo mereces! ¡Felicidades!

Estoy emocionada, Santo Padre. Este nombramiento me ha obligado a hacer un viaje en el tiempo e irme hasta el 20 de diciembre de 1985, año en el que instituiste para la Iglesia de Jesucristo esta J.M.J, año en el que Naciones Unidas preconizó en Año Internacional de la Juventud. Se celebró la 1ª Jornada en 1986 con el Tema: “Siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza”. ¿Recuerdas la última que pudiste presidir, sin hacer caso a tu cuerpo enfermo? Era el año 2004, en tu Homilía a los jóvenes nos decías: “En el clima de alegría, velado de tristeza, que caracteriza el domingo de Ramos, celebramos la XIX Jornada mundial de la juventud. Este año tiene por tema: "Queremos ver a Jesús" (Jn 12, 21), la petición que dirigieron a los Apóstoles (Jn 12, 20) que habían acudido a Jerusalén para la fiesta de Pascua”. Todo hablaba de la grandeza de tu alma y la fortaleza de tu espíritu.

Entre ambas, recuerdo que tuviste tu singular “transfiguración” en el Monte del Gozo, rodeado de jóvenes, cuando nos decías con todas tus energías: “Os invito a descubrir vuestra vocación real para colaborar en la difusión de este Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la paz. Si de verdad deseáis servir a vuestros hermanos, dejad que Cristo reine en vuestros corazones, que os ayude a discernir y crecer en el dominio de vosotros mismos, que os fortalezca en las virtudes, que os llene sobre todo de su caridad, que os lleve por el camino que conduce a la “condición del hombre perfecto”. ¡No tengáis miedo a ser santos!” Era la IV JMJ, el 20 de Agosto de 1989. No nos fue permitido “montar la tienda” para retenerte entre nosotros en España. Había que bajar del monte porque tenías que seguir llevando a la Iglesia hacia el “nuevo milenio” con mucha oración, con mucha entrega, con muchas iniciativas, con mucho sufrimiento.

Pero Santidad, mucho antes, bastantes años antes de que sucediese todo esto, antes de que los jóvenes de todo el mundo se fiases de tu palabra, porque era el fiel reflejo de la Palabra, sabías mucho, muchísimo de la “pastoral de acompañamiento” a la juventud. ¿Recuerdas?. Eras un sacerdote muy joven, eras el Padre Wojtyla cuando con mucho acierto, porque te conocía muy bien, tu arzobispo, el Príncipe valiente, del que decíais “era un padre”, Adam Stefan Sapieha, te destinó a la Parroquia de San Florián de Cracovia para que trabajases con los jóvenes universitarios. Ellos aprendieron de ti los verdaderos valores espirituales, morales y humanos que nos engrandecen como personas: la autenticidad, la veracidad, la humildad, la amistad, la austeridad, la entrega, la sencillez, la tenacidad, la alegría, el esfuerzo, etc. etc... Los aprendieron viéndote rezar, con tu estilo de vivir, con tu forma de ser sacerdote. Era entonces cuando nació tu particular familia, tu “rodzinka”, tu “srodowisko”. Era entonces cuando los jóvenes que iban a sus particulares excursiones contigo te llamaban Wujet, tío, porque el régimen no permitía a los sacerdotes las salidas con grupos de jóvenes. Era entonces cuando los jóvenes decían: “podíamos vivir más libremente porque éramos libres en nuestro interior”. Me gusta cuando George Weigel dice que tus amigos te respetaban como sacerdote, que en las excursiones compartías todas las tareas pero que aún así hacías gala de “cierta reserva” que tus amigos honraban. Pero me gusta sobre todo cuando dice de ti: “No era un “colega”, aunque sí un amigo muy cercano y ni él ni ellos (los jóvenes) pretendían esgrimir una falsa familiaridad... Hoy en día muchos sacerdotes tratan de ser como los niños. Nosotros tratábamos de ser como él” Y así fuiste con los jóvenes como sacerdote, como obispo, como Papa. Por eso te hiciste creíble, por la coherencia entre tu vida y tu fe.Como no podía ser de otra manera, hoy como ayer los jóvenes te siguen y quieren tenerte como patrón, como defensor, como protector. Porque ellos y tu queréis seguir estando “cortados por el mismo Patrón, Jesús, como adorador del Padre, llevando a plenitud la misión confiada, liberados del complejo de ser creyentes siguiendo aquella consigna que diste a los jóvenes en Denver 1993 “No es tiempo de avergonzarse del evangelio sino de predicarlo en voz alta”.

Amado Papa Wojtyla, tienes, para nuestro gozo, una co-patrona, María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Cruz del Sur, patrona de Australia. La Madre de tu Maestro, la Madre de tu esperanza, la Madre de la Iglesia. Aquella a la que entregaste tu vida como garante de camino hacia Jesús, un camino de ida y vuelta en el que Cristo te llevaba hacia su Madre. Todo resumido en aquel bello “TOTUS TUS” que te encargaste de explicar era la abreviatura de la forma más completa de la consagración a María que dice: Totus tuus ego sum et omnia mea Tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Pruebe mihi cor Tuum, María “SOY TODO TUYO. TODO LO MÍO ES TUYO. YO TE ACOJO SOBRE TODO. DAME TU CORAZÓN, MARIA”.

Santo Padre Juan Pablo II, Padre Wojtytla, Wujet, la juventud te aclama porque es “la juventud del Papa”. La buscaste y ella te respondió superando de 1986 a 2004 todas las expectativas de respuesta. Gritaron y cantaron sus gargantas una y otra vez “Juan Pablo II, te quiere todo el mundo”.

La juventud te quiere. La juventud desea imitarte . La juventud solicita tu protección. Yo lo deseo tan ardientemente como ella, mientras esperamos con tu amado hijo D. Stanislaw Dziwisz que seas también proclamado “Patrono de la Nueva Evangelización”.¡FELICIDADES!

Veritas

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